El juego da la oportunidad para el crecimiento físico, emocional,
cognoscitivo y social, y con frecuencia es placentero, espontáneo y creativo.
El trabajo de juego se divide en las siguientes categorías:
§ El juego espontáneo.
§ El juego guiado.
§ El juego de evaluación.
§ El juego terapéutico: dirigido y de tiempo limitado.
La terapia de juego se ocupa de los sentimientos de los niños no
solo de su conducta. Es una oportunidad que se da al niño para “jugar” sus
sentimientos y problemas, como en ciertos tipos de terapia de adultos un
individuo “habla” sus dificultades (Axline, 1969).
Los niños a los que se refiere la terapia de juego presentan
problemas emocionales, conductuales o de ambos tipos. Pueden presentar acting
out, dificultades para controlarlas, retraimiento, bajo rendimiento escolar,
dificultades en el desarrollo, aunque no existan problemas físicos y médicos.
La TJCCL ofrece a los niños una relación única con un adulto
objetivo que los acepta, y que no se encuentra involucrado en otros aspectos de
la vida del niño. La sesión debe considerarse como el tiempo personal del niño,
y no debe esperarse que los niños informe de los eventos que suceden en el
cuarto de juego a ninguna persona, a menos que así lo deseen.
Es ideal un enfoque terapéutico relajado aunque informado, con una
buena porción de intuición y sensibilidad.
Por definición, los terapeutas de juego pasan mucho de su tiempo
profesional con niños profundamente perturbados y necesitan de flexibilidad
para permanecer consientes, dar apoyo y facilitar las cosas sin inmiscuirse. El
terapeuta acepta al niño tal cual y como es, no controla, conduce, dirige,
respeta el proceder del niño. Trabaja con sentimientos espontáneos e interactúa
con el sí lo solicita. No crítica ni cuestiona al niño. Debe verse como un
facilitador y coexplorador que intenta seguir la guía del niño más que
alterarlo y controlar el juego. El cambio de terapeuta de juego durante la
terapia de un niño no se recomienda normalmente pero, si sucede se requiere de
sensibilidad para introducir y manejar el cambio.
El niño controla en mayor medida la sesión y la terapia centrada
en la persona. Puede hacer lo que quiera siempre y cuando respete el cuarto de
juegos. A veces, una persona que cuida al niño que no cree en realidad que el
niño requiera la terapia de juego o de cambio, “sabotea” la terapia e impide
que el pequeño asista a las sesiones y, en casos graves, se puede prejuiciar al
niño contra el terapeuta de juego.
En el caso de que la terapia de juego “fracase” debe intentarse
terminar el trabajo de manera cuidadosa para que no se haga sentir mal al niño
por el fracaso. El terapeuta debe esforzarse en asegurarle al niño que tiene
interés en su bienestar y que desea evitar, darle al niño la impresión de que
es su “culpa” el no haber tenido “éxito”.
A veces, los niños juegan solos, en ocasiones involucran al
terapeuta y el niño proyecta sus necesidades a través del role plays
(fantasía).
La palabra hablada no es necesaria durante la regresión y muchos
niños espontáneamente vuelven a crear el estado de bebés o niños pequeños que
en esta ocasión pueda volverse a experimentar de manera diferente.
Los niños en terapia de juego atraviesan de manera característica
cuatro etapas, variando en ocasiones
el orden de las primeras tres:
Etapa 1: Es una etapa de conducta
profusa, difusa, dirigida de manera apropiada e inapropiada. El niño puede
haber perdido el contacto con su propio si mismo real y la intranquilidad puede
ser general, indiscriminada o estar desvinculada de la persona o ambas
situaciones provocaron los problemas.
Etapa 2: Mientras mayor sea la confianza
de los pequeños en el terapeuta de juego, y tengan mayor seguridad de que se
les acepta y respeta en el cuarto de juego, serán más capaces de enfocar su enojo
o temor en cosas o personas definidas, fuera de ellos mismos. Los niños también
el valor de poner a prueba su enojo o temor en casa o en la escuela. En esta
etapa los temores se dirigen hacia los objetos que causaron el problema en lugar de
hacia figuras o situaciones sustitutas.
Etapa 3: En este momento llega la
construcción de sentimientos positivos. A medida que los niños se convencen de
que son valioso, “buenos” internamente y que se les acepta, ya no son tan
negativos todo el tiempo en la expresión de sentimientos, esta es una etapa de
ambivalencia aguda. Los niños aman y odian al mismo objeto, lo cual quizás sea
doloroso e incomprensible para el niño y el objeto, si éste es una persona.
Etapa 4: Surgen sentimientos más
positivos y realistas. En esta etapa, el niño se adapta a la realidad y ve a
las otras personas como son.
Existen cuatro pautas principales para la evaluación:
1. La comprensión del terapeuta de juego acerca del progreso del
niño a través de etapas terapéuticas y la naturaleza de la relación del niño
con el terapeuta.
2. El análisis del terapeuta de juego acerca del proceso y
contenido de las sesiones de juego, en particular la resolución, o lo
contrario, de los principales temas de juego.
3. La energía que pone el niño en las sesiones y, si es lo
suficientemente grande, la evaluación acerca de cómo está progresando su vida.
4. Las percepciones del progreso del niño por parte de quién hizo
la referencia y por las personas como custodios y maestros.
La evaluación del trabajo es precursor inevitable de la terminación
y, vez que se toma la decisión, tiene que considerarse la manera más apropiada
de terminar el trabajo. Durante la fase final, el terapeuta de juego se vuelve
una “persona real” en lugar de la siempre aceptable figura terapéutica. En la
última sesión, unos cuantos niños proporcionan una reseña del trabajo como un
todo, en recuerdos caleidoscópicos. La mayoría de los niños piden una fiesta en
su última sesión.
Referencia:
West, J. (1994) Terapia de Juego Centrada en el Niño (1ra.Ed.)
Manual Moderno: México.
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